Las cigalas hay que comerlas en primavera, por cordura temporal y sensatez económica; y no molestarse en invitar a cigalas a quien no las distingue de un langostino de El Corte Inglés.
Las frescas, y si no las congeladas, sólo tienen una gracia, que vale para la plancha o la parrilla: Dejarlas varias horas antes en agua de mar; y, si están vivas, limitar el remojo a un par de horas, o renovar el agua. Todo producto de la pesca sufre cambios de temperatura, aguas, etc., que alteran el sabor.
Si un bargueño lleno de agua de mar es difícil de conseguir, se puede hacer lo mismo con agua salada. Y en cuanto a la plancha o parrilla, es de lo más sencillo que se puede hacer. Al colocarlas la primera vez sobre la parrilla caerán los jugos a la brasa, y normalmente basta con cuidar que queden ligeramente tostadas por fuera, con una sola vuelta.
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jueves, 22 de octubre de 2009
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